¿Porque siempre nos enamoramos, de la gente que no quiere enamorarse? Es decir, porque conoces a alguien, los primeros días te ríes con él, te mira, hablas de muchísimas cosas, con calma y tranquilidad y de repente todo cambia?¿Porque el ser humano ha llegado al punto de tener tantos fracasos, errores e inseguridades?¿Porque en vez de comenzar desde cero siempre nos encontramos en la situación comparativa con nuestra vida pasada?
De ahi, de todas estas preguntas ha nacido este nuevo post en mi blog, un pensamiento mío que supongo que otras personas se sentirán identificadas. Pero recalco que esto es a nivel personal, mi vida y lo que opino y pienso de ella, ahi va...
Los seres humanos: Mujeres y hombres, nacemos con un máximo de lágrimas en nuestras vidas. Que llegamos a sufrir, a sentir, a emocionarnos, hasta ese límite de gotas saladas y que después, ya no nos quedan más lágrimas??
Pero... ¿Y si pudiéramos contarlas?
Contar aquellas con las que nacemos, porque son pocos, los que llegan a este mundo sonriendo. Tambien las que derramamos en nuestra infancia, por las caídas, por ese juguete que queríamos y no tenemos, o esos caprichos, por los que nos emperramos y acabamos llorando, porque pensamos que así, nuestros padres se ablandarán y nos lo darian, los besos de mamá que significaban, ya estas a salvo, yo no permitiré que sufras, de los suspensos y aprovados, del miedo a la oscuridad o las lágrimas de un premio en el concurso de pintura del colegio.
Cuentan las lagrimas de los cumpleaños, de la noche de navidad, de la visita del ratoncito Pérez que a la vez que nos hacía ilusión el regalo, nos daba miedo que un ratón se colase por debajo de nuestra almohada, están las de las nocheviejas, aquellas sutiles que salieron en tu adolescencia, donde nuestras emociones y sentimientos estaban intactos y vivíamos todo como si de una montaña rusa se tratase, el primer amor, la primera mirada, el primer beso que nunca olvidarás, por las letras ilusionadas de una carta de amor o una canción por estrenar y esas lágrimas duras y amargas del desamor que eran el presagio de una despedida a una vida en común y que pensábamos que nunca terminaría que nos haríamos viejecitos juntos, te sentias segur@.
Cuentan las lágrimas de las primeras luchas en el mundo de los adultos, aunque algunos hayan tenido que empezar ese camino de la adulted, mucho antes de poder madurar, las de los primeros sacrificios individuales, las de la marcha de casa a otra ciudad para construir un futuro y perseguir sueños.
Cuentan las lágrimas de las despedidas de seres que han pasado por tu vida, de personas importantes, como mi abuelo, seres queridos en definitiva, que te han ayudado a formarte como eres hoy en día, a los que nos dejan de querer y que tanto nos cuesta dejar de amar.
Cuentan las lágrimas de las películas, de los libros, de los silencios incomodos y de una puesta de sol especial, de esa canción especial que haces tuya y se cuela siempre para ser parte de la banda sonora de nuestra vida.
Cuentan las lágrimas de la soledad y las compartidas, las que otros ojos ven y las que dejas en tu cama por la noche sin ser vist@. Tambien aquellas que sin permiso se asoman y se deslizan solitarias por la mejilla...las dulces por la felicidad que te embriagan, las saladas por una emoción que no te gusta o te gusta demasiado, las amargas y las dolientes.
Todas esas lágrimas me pertenecen, me han pertenecido...
Al escribir esto, he tenido las lágrimas del dolor, de las emociones, de los recuerdos y de las ausencias. Son mis propias lágrimas, las de mi abuelo ausente, las recordadas de la persona que ocupó mi vida y mi corazón en el pasado, las de mujer, que inevitablemente vienen sin avisar, las conocidas pero ansiadas por volverlas a encontrar de quien camina ahora a mi lado acompañando mis pasos y mis sueños, al cual pido perdón por las que yo le he hecho derramar a él.
¿Nacemos con un máximo de lágrimas en nuestras vidas? Creo que no, porque entonces podemos preguntarnos: ¿Y si las hemos gastado todas, aprendemos otra forma de expresar el dolor o la emoción?¿Nos volvemos insensibles a las emociones, al corazón de las personas?¿Nos protegemos y atrincheramos tras una coraza que nadie, ni nosotros mismos nos merecemos?
Prefiero pensar que no, porque estoy convencida de que las lágrimas cuentan, que tienen un valor infinito. El infinito de mis lágrimas ahora mismo, por no saber que hacer para dar todo el amor y dulzura que tengo por dar. Porque sólo entonces podré entender y creer también en el valor infinito de las sonrisas.
Dedicado a todos los que han podido ver la emoción, los sentimientos y las lágrimas en mis ojos y yo en los suyos....
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